4 febrero 2020
La dependencia del vehículo para el día a día, sobre todo en las grandes ciudades en las que se necesita para llevar a los hijos al colegio o ir al trabajo, obliga a los talleres a ser especialmente rápidos en la ejecución de las tareas de reparación. En muchos casos, el cliente no elige el taller que mejor servicio le pueda ofrecer, sino simplemente el que más rápido vaya a entregarle el coche. Y, si es en el mismo día, mucho mejor. De ahí que cada vez más empresarios y gestores de talleres tengan que lidiar con esta exigencia, pero a la que también se le puede sacar partido, como vamos a explicar en estas líneas.
El paralelismo con el fenómeno de internet es evidente en el caso de los talleres. Más de la mitad de las visitas a una web se abandonan si la página tarda más de tres segundos en cargarse por completo. De la misma manera que, si en cualquier comercio o establecimiento tardan cierto tiempo en atendernos, probablemente salgamos por la puerta, siempre y cuando la necesidad no sea acuciante. De ello se puede aprovechar el empresario del taller, porque normalmente el conductor acude apremiado por una reparación urgente o, cuanto menos, que desea en el menor tiempo posible.
Reparaciones lentas significa menor productividad
Así las cosas, los talleres de reparación, independientemente de la especialidad, deben adecuar sus operaciones al tiempo que exigen los clientes. Un coche más tiempo en el taller de lo necesario no solo es un contratiempo para el cliente, sino una pérdida de productividad para el taller, por lo que responder a la demanda de velocidad de los clientes resulta absolutamente esencial hoy día en el taller.
Implementar herramientas digitales, invertir en sistemas de diagnosis avanzados, mejorar los procesos en el taller y formarse en técnicas innovadoras de reparación, especialmente aquellas indicadas para trabajos con daños menores o de mecánica rápida del automóvil, son algunos de los objetivos de cualquier taller que busque sobrevivir en un sector tan sumamente competitivo como este. Se trata, en definitiva, de que la impaciencia del conductor por tener su vehículo lo antes posible sirva para mejorar la eficiencia y productividad en el centro de reparación.
Una oportunidad, no un problema
El rápido ritmo de vida repercute en todos los estamentos de la vida y el de la posventa no es ajeno a ello. La demanda exige reparaciones perfectas, pero también (y casi más importante) rápidas. Por ello hay que ver la impaciencia del cliente como una oportunidad y no como un problema. Entender sus necesidades es fundamental, además de poner las herramientas necesarias para cumplir con esas expectativas.
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