Un taller, como todo negocio, debe asegurar su rentabilidad, aportando la máxima calidad de servicio al mismo tiempo que reduce los gastos innecesarios. Para ello, resulta muy útil tomarse el tiempo de analizar los gastos directos e indirectos que genera el establecimiento y estudiar de qué modo pueden minimizarse sin afectar a la calidad de las reparaciones ni a la atención al cliente.
Recopilamos algunas claves para reducir costes en el establecimiento:
Automatizar las tareas: desde Serca explican que utilizar un software de gestión para automatizar procesos es un modo muy útil de reducir tiempos y evitar errores. Es conveniente, incluso en talleres pequeños, contar con buen sistema informático que informe sobre las tareas abiertas, el tiempo dedicado a cada una y controle el inventario. Este último punto es especialmente importante.
Analizar el coste energético: además de su evidente impacto al medio ambiente, controlar el gasto energético a lo largo del año puede representar un importante ahorro económico. El taller es un negocio que requiere de un importante consumo de luz, por lo que es especialmente interesante apostar por equipos de bajo consumo energético, intentando en lo máximo posible darles un uso racional, y contar con un sistema de iluminación moderno, eficiente y de bajo consumo.
Buscar la mejor alternativa en los gastos básicos: es conveniente comparar periódicamente precios y servicios de los diferentes proveedores de suministros (electricidad, gas, telecomunicaciones…). En estos sectores existe una alta competencia, lo que permite conseguir descuentos y ofertas.
Optimizar los pedidos a los proveedores. Es importante encontrar el equilibrio entre los descuentos que pueden conseguirse haciendo pedidos grandes y los gastos que puede generar un exceso de stock. Es conveniente además comparar precios de distintos proveedores cada cierto tiempo, teniendo siempre en cuenta la calidad del producto.
Seleccionar los clientes. Aunque puede generar cierto vértigo, es necesario no aceptar clientes que generen problemas o no resulten rentables. La capacidad de aceptar trabajo en un taller es limitada, algo que debe tenerse en cuenta a la hora de gestionar la cartera de clientes.
Externalizar tareas. Algunos que no aportan un valor añadido al servicio que se ofrece en el taller y, en cambio, restan tiempo a otros procesos que sí son necesarios. A veces, el coste de que los trabajadores dejen de hacer su labor habitual para dedicarse a otros trabajos es mayor que contratar a alguien de forma puntual o subcontratar una empresa o trabajador autónomo.
Evitar en lo posible los impagos: para ello, es aconsejable ofrecer al cliente la posibilidad de pagar a plazos y cobrar cargos e intereses en los retrasos.
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