Al igual que muchos otros componentes del vehículo, la llegada de automóviles eléctricos e híbridos ha cambiado muchas de sus características esenciales, diferenciándose notablemente de las que tienen cuando se trata de vehículos convencionales con motores de combustión. Uno de esos componentes son los frenos y, en especial, el líquido de frenos, que tiene que poder dar respuesta a las diferencias que tienen este tipo de vehículos respecto a los convencionales de motor de combustión.
Al igual que en los vehículos con motor de combustión convencional, el líquido de frenos debe cambiarse en la mayoría de los casos cada dos años. Pero ahí acaban las similitudes, ya que los requisitos que muestran los eléctricos son mucho mayores para este elemento del sistema de frenado.
En primer lugar, los líquidos de freno para vehículos eléctricos requieren una mayor protección anticorrosión. ¿El motivo? Debido a que el motor eléctrico también funciona como freno y obtiene con ello energía para la batería, el sistema de frenado mecánico se utiliza con menos frecuencia. Esto provoca una corrosión puntual que requiere de aditivos especiales para poder contrarrestar este fenómeno.
La segunda gran diferencia se explica en el mayor peso de los vehículos eléctricos con respecto a los de combustión. Como, por lo general y debido a las baterías, son más pesados y alcanzan rápidamente altas velocidades al tener más potencia, en caso de peligro, también deben poder frenar bruscamente. Esto conlleva, por consiguiente, que los frenos se calienten mucho más rápido, por lo que los líquidos de frenos deben tener capacidad para trabajar a temperaturas más altas, requiriendo, por lo tanto, un punto de ebullición alto en seco y en húmedo.
En tercer lugar, es necesario que la conductividad de corriente sea lo más baja posible. Esto desempeña un papel importante cuando se instala un sistema eléctrico cerca del sistema de frenado y no se protege suficientemente de la electricidad. Al igual que ocurre con la carga inductiva inalámbrica del cepillo de dientes eléctrico o del teléfono móvil, en el sistema de frenado se pueden inducir tensiones eléctricas que pueden degradar el líquido de frenos o provocar corrosión.
Por último, respecto a la viscosidad, al igual que con el aceite de motor, el comportamiento de flujo es decisivo para el rendimiento del líquido. Así, cuanto menor sea la viscosidad, más rápido se lubricará el motor, por lo que un líquido de frenos de baja viscosidad transmite los impulsos de frenado en el sistema con mayor rapidez. Sin olvidar que los sistemas electrónicos de asistencia a la conducción como el ABS o el ESP funcionan mejor y son aún más sensibles.
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