Los vehículos eléctricos e híbridos siguen aumentando en número en las carreteras españolas y, por ende, su entrada en talleres españoles. Quizá no al ritmo que se hubiera vaticinado hace años, pues su alto precio, escasa autonomía y débil infraestructura de recarga son hándicaps para que el usuario adquiera un vehículo de estas características. Pero es indudable que su llegada a los talleres será una realidad más tarde o más temprano, por lo que los profesionales del taller deben tener una cualificación y conocimientos especiales para realizar una manipulación segura de los mismos.
Tres riesgos principales
Este tipo de vehículos comportan tres tipos diferentes de riesgos: eléctricos, químicos y de explosión o incendio, pero todos ellos igualmente importantes debido a la gravedad de sus consecuencias en caso de producirse.
– Riesgos eléctricos
Son los peligros derivados de la presencia de componentes y cables de alta tensión que pueden producir una sacudida o descarga eléctrica, y de componentes que pueden retener tensión incluso cuando el vehículo está apagado o descargado. Además, pueden afectar a dispositivos médicos, como marcapasos, desfibriladores o bombas de insulina, por lo que es necesario que dichos elementos se aíslen de la carrocería. Por otro lado, las baterías li-ion pueden desencadenar un escape térmico por diferentes motivos, generando un cortocircuito y posterior fallo eléctrico.
– Riesgos químicos
Fugas y combustiones en la batería y la exposición al agua y al aire de las sustancias químicas presentes en esta, que acaban por producir una contaminación química del ambiente y de los trabajadores, así como inhalaciones tóxicas o problemas dermatológicos de contacto, son los principales problemas de este tipo que puede generar una incorrecta manipulación de vehículos eléctricos. El componente del electrolito más peligroso es el hexafluorofosfato de litio, cuya tasa aumenta con la temperatura y, al ser volátil, resulta muy peligroso si se inhala o entra en contacto con los ojos o la piel.
– Riesgos de explosión o incendio
Sobrecalentamiento de la batería de iones de litio como consecuencia de un cortocircuito tras una colisión es el gran problema de los eléctricos, al que se añade que la batería es muy difícil de apagar, teniendo que usar el triple de agua que los vehículos de combustión tradicional para apagar el incendio y dejarlo en cuarentena 48 horas para asegurarse de que no se vuelve a prender, sobre todo después de un accidente.
¿Qué puede hacer el taller para evitar estos problemas?
Puede adoptar medidas de protección técnicas, como las de homologación que incluye el propio vehículo, o de tipo organizativo, como contar con un puesto de trabajo específico, un puesto de cuarentena para deformaciones especiales y carteles indicadores de peligro o de prevención de riesgos o esperar un tiempo apropiado para permitir la disipación del voltaje.
Por último, herramientas manuales aisladas y homologadas para alta tensión, multímetros de Cat. III mínimo, guantes dieléctricos, gafas contra impactos, calzado de seguridad y manta aislante, entre otros, son el equipamiento necesario que todo profesional del taller necesita para llevar a cabo reparaciones en estos vehículos.
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